Más
allá del temor, la libertad de la mente
Hablábamos la última vez sobre el miedo, y si es siquiera posible que la
mente se libre del todo de él; no parcialmente, no de modo gradual, sino
eliminarlo por completo. Me gustaría, esta tarde, seguir investigando
esto.
Nuestras mentes son influidas de muchas maneras: por los libros que
leemos, por el alimento que tomamos, por el clima, la tradición, los
innumerables retos y respuestas. Todas estas impresiones forman el
condicionamiento de la mente. Somos el resultado de las influencias, las
llamadas buenas y las malas, las superficiales y las profundas, las
influencias no examinadas, no reconocidas, ignoradas. Y la mayoría de
nosotros no se da cuenta de este hecho. Cuando utilizo la expresión
‘influencias ignoradas’, no me refiero a nada misterioso. De hecho, no nos
damos cuenta, cuando vamos en un autobús o en el subte, de los ruidos, de
los anuncios, de la propaganda en los periódicos y en los discursos de los
políticos, de todo lo que está pasando. Y sin embargo somos moldeados por
estas cosas; y cuando empieza uno a darse cuenta de todo esto, causa un
poco de terror, de perturbación.
La cuestión es, pues, si la mente es capaz de estar alguna vez realmente
libre de influencia, tanto de las influencias conscientes como de las
inconscientes. Todos sabemos que han estado ensayando, creo que en
Norteamérica, un método de publicidad en los cines, en la radio y en otros
medios, el procedimiento de decir las cosas con tal rapidez que la mente
consciente no puede captarlo, pero sí la inconsciente: la impresión queda.
La han llamado publicidad subliminal, y afortunadamente el gobierno la
prohibió. Pero por desgracia, aun cuando se ha puesto fin a una forma de
ella, todos somos esclavos de esta propaganda inconsciente, subliminal. Se
la transmitimos a nuestros hijos de generación en generación, y estamos
encerrados en el marco de la influencia.
Aquí no estamos haciendo propaganda: seamos muy claros sobre esto. Para
mí, toda forma de influencia es destructiva para lo que es verdad. Si la
mente ha de ser libre alguna vez para descubrir lo incognoscible, aquello
que no puede medirse, que no es hecho por la mente del hombre, entonces
uno tiene que penetrar a través de todas estas influencias. El miedo tiene
sus raíces en la huella del tiempo; y la bondad no puede florecer en el
campo del tiempo. ¿Puede uno pues investigar la influencia? la de la
palabra, de la palabra ‘comunista’, de la palabra ‘creencia’ y la palabra
‘incredulidad’- ¿y descubrir por sí mismo si la mente puede liberarse de
la palabra, del símbolo?
Creo que es importante investigar esto, y me pregunto qué queremos decir
con la palabra ‘investigación’ ¿Cómo investigamos? ¿Cómo penetra uno en
las cosas? ¿Qué implica la investigación? ¿Escudriñáis conscientemente en
el temor, en las diversas formas de influencia, en el efecto hipnótico de
la palabra? ¿Lo observáis consciente, deliberadamente? Y cuando en efecto
miráis así, ¿revela ello algo? ¿O existe otra forma de ver, de mirar, de
inquirir? Por el ejercicio de la voluntad, por la incitación, por el
deseo, la compulsión para inquirir, para indagar ¿descubriréis algo sobre
el temor? ¿Descubriréis todas sus implicaciones? ¿Reuniréis información
sobre ello poco a poco, página por página, capítulo por capítulo? ¿O
comprenderéis todo el asunto de un golpe, totalmente? Seguramente, existen
las dos maneras de indagar, ¿no es así? No sé si habréis pensado siquiera
en ello. Existe el llamado proceso positivo de ponerse deliberadamente a
investigar toda forma de temor, observando cada paso, cada palabra,
dándose cuenta de todo movimiento del pensar. Y es un proceso
extraordinariamente destructivo, ¿verdad?, este constante esfuerzo para
descubrir. Es el proceso analítico, introspectivo. ¿Hay otro modo de
inquirir? Por favor, no estoy tratando de haceros pensar en determinada
dirección, que es lo que hace el propagandista. Pero ¿podemos ver por
nosotros mismos qué es verdadero y qué es falso, sin ninguna influencia,
sin ninguna directiva verbal? ¿Podemos ver la verdad en lo falso y ver lo
que es verdadero como tal? La cuestión es: ¿liberará a la mente de toda
forma de temor el proceso analítico de indagación? Y ¿es acaso posible
estar libre de temor? Existe el miedo autoprotector, físicamente, cuando
tropezáis con una serpiente, o un perro rabioso, o un autobús que va a
embestiros. Seguramente, esta forma de miedo autoprotector es saludable.
Pero toda otra forma de reacción protectora se basa en el temor. Y ¿puede
la mente, por medio de este proceso positivo de indagación, desenredar
todos los nudos, las modalidades y los medios del temor?
Creo que deberíamos ver muy claramente, antes de seguir adelante, que aquí
no se trata de que aceptéis o no aceptéis lo que se está diciendo. No
inquirimos en términos de argumentación, sino que tratamos de ver lo que
es el hecho real. Si uno ve un hecho, no necesita argüir sobre él o ser
convencido.
La cuestión es pues, si por el examen introspectivo, por la voluntad, por
el esfuerzo, podrá la mente liberarse, desentrañar las causas del temor y
salir de él.
Estoy seguro de que habréis tratado de disciplinaros contra el temor o
racionalizarlo: el miedo a la oscuridad, miedo de lo que la gente puede
decir, miedo de docenas de cosas. Todos hemos probado la disciplina, y sin
embargo el temor está ahí. La resistencia no lo eliminará. De modo que si
el proceso positivo - si es que puedo usar esa palabra, porque ‘analítico’
no lo describe suficientemente - si el proceso positivo no es eficaz para
liberar la mente, ¿hay entonces otro camino?
No uso la palabra ‘camino’ en el sentido de un movimiento gradual que
lleve a alguna parte, implicando una distancia de aquí hasta allí. Es en
el llamado camino positivo que existe lo gradual, el espacio del
aplazamiento, el ‘entretanto’, el ‘con el tiempo llegaré’ y el ‘eso hay
que conquistarlo tarde o temprano’, y así sucesivamente. En ese proceso
hay siempre un intervalo entre el hecho de lo que es y la idea de lo que
debería ser. Para mí, eso no liberará para nada a la mente, porque implica
tiempo, y el tiempo se vuelve importantísimo. Para mí, el tiempo implica
temor. Si no hubiera eso del mañana o del ayer, ni todas las influencias
del ayer, que a través del hoy conducen al mañana - cosa que implica no
sólo tiempo cronológico sino también psicológico, que es la voluntad de
alcanzar, de llegar, de conquistar - entonces, no habría temor, porque
entonces sólo hay el momento viviente, la brecha en que el tiempo no
existe.
De modo que el llamado enfoque positivo, la indagación, la actividad
positiva, es esencialmente la prolongación del miedo. No sé si realmente
comprendemos eso, no simplemente las palabras que estoy diciendo, que no
son importantes, sino el hecho real.
Ahora bien, si el proceso positivo no es el factor que libera, entonces
¿qué es? Pero antes tenemos que comprender que la indagación sobre qué es
el factor que libera, no es meramente una reacción contra el proceso
positivo. Esto hay que verlo muy claramente. Por favor, aguardad, esperad
un minuto y observadlo. Estoy pensando en voz alta. No he pensado todo
esto de antemano. Tenemos que darnos tiempo unos a otros para observarlo
realmente.
Podemos ver que la indagación que hemos llamado proceso positivo no libera
a la mente del temor, porque mantiene el tiempo: tiempo en forma de
mañana, que está moldeado por las influencias del pasado, actuando a
través del presente. No os limitéis a aceptar esto: vedlo. Si veis su
verdad o su falsedad, entonces vuestra ulterior indagación no será una
simple reacción contra el proceso positivo.
Ya sabéis lo que quiero decir con la palabra ‘reacción’. No me gusta el
cristianismo por una docena de razones, de modo que me hago budista. No me
gusta el sistema capitalista, porque no puedo adquirir inmensas riquezas,
o por la razón que sea; así que, como una reacción me hago fascista,
comunista o alguna otra cosa. Como tengo miedo, trato de desarrollar
valor; pero esa sigue siendo una reacción y por lo tanto está dentro del
mismo campo del tiempo.
Así, un hecho emerge de esto: que cuando veis algo como falso, cosa que no
es una reacción, entonces surge un nuevo proceso. No un proceso; nace una
nueva semilla.
No sé si me expreso claramente. Ante todo, para ver algo como falso o para
ver algo como verdadero, hace falta una mente muy alerta; una mente que
esté por completo libre de cualquier motivo.
Ahora comprendemos qué queremos decir con ‘proceso analítico’; y si uno ve
su falsedad, o su verdad, o si ve la verdad en lo falso, entonces ¿cómo
vais a enfrentar el temor? Si no es ese el camino, entonces tenéis que
volverle la espalda por completo ¿no es así? El volverle la espalda no es
una reacción; carece de motivo; es sólo que lo habéis visto como falso y
por lo tanto os habéis apartado de ello. Por favor, no sé si comprendéis
todo esto. Creo que es muy importante comprenderlo, porque entonces
cortáis las raíces mismas del esfuerzo y de la voluntad.
Así pues, ¿cual es el estado de la mente que se ha apartado del proceso
analítico, con todas sus implicaciones? No os limitéis a escuchar mis
palabras, sino observad vuestras propias mentes.
INTERLOCUTOR: La mente está en completa incertidumbre.
KRISHNAMURTI: Señores, os ruego que no respondáis. Por favor, no le deis
expresión verbal aún. Esperad, por favor. No lo expreséis, ni aun a
vosotros mismos, porque es algo enteramente nuevo, ¿lo seguís? Y por lo
tanto no tenéis aún palabras para ello. Si ya tenéis las palabras, de
hecho no estáis observando todavía.
Como veis, ese estado es la revolución ¿no es así?, la rebelión que no es
una reacción, la rebelión con respecto a toda la tradición sobre la manera
de ser libres, de conseguir, de llegar. No sé si captáis esto. Vamos a
cambiarlo un poquito; dejadlo cocer lentamente cierto tiempo.
Como sabéis, la mayoría de nosotros sabemos lo que es sentirse ansioso,
sentirse culpable: ponerse ropas nuevas, cuando hay millones en Oriente
que no tienen ropa alguna; tomar una buena comida cuando millones están
hambrientos. Quizá, viviendo en un país próspero donde estáis seguros
desde antes de nacer hasta la tumba, no sabéis lo que es ese sentimiento.
Existe no sólo la culpa colectiva de la raza, sino también la culpa de la
familia, el nombre, el gran nombre y el pequeño nombre, la culpa de los
personajes muy importantes y la de los nadie, y la culpa del individuo,
las cosas malas que hemos hecho, las que hemos dicho y pensado, la
desesperación por todo ello. Estoy seguro que todos conocéis esto. Y
partiendo de esta desesperación, hacemos las cosas más extraordinarias.
Corremos por acá y por allá, ingresamos en esto o lo otro, nos hacemos
esto y dejamos aquello, esperando todo el tiempo eliminar la íntima
desesperación. Y la desesperación también tiene sus raíces en el miedo, y
engendra muchas filosofías; y de esa manera pasamos a través de muchas
muertes. No hablo en forma dramática ni romántica. Éste es el estado común
por el que pasan todos, ya sea en forma intensa o muy superficialmente.
Cuando es superficial, acude uno a la radio, toma un libro, se va a un
cine o a una iglesia, o a ver un desfile. Cuando es muy profundo, se llega
a algún extremo y se vuelve uno neurótico, o se suma a alguno de los
movimientos intelectuales nuevos y de moda.
Esto es lo que está pasando en todo el mundo. Hemos negado a Dios, las
iglesias han perdido su sentido, la autoridad del sacerdote se ha
terminado. Cuanto más piensa uno, más depura la mente de todos estos
absurdos.
Tenéis, pues, que hacer frente al temor, tenéis que comprenderlo. ¿Lo
seguís? Tenéis que descubrir. Porque no sólo existe el temor de la muerte,
el de las cosas que habéis hecho y las que no habéis hecho, sino que está
la desesperación, la ansiedad y la culpa que nacen del temor. Todas éstas
son expresiones del miedo. De modo que si la mente no ha de deteriorarse,
si ha de ser viviente, activa, rica, tiene que eliminar el temor. Hasta
que no hagamos eso, no creo que podamos saber lo que significa amar ni lo
que significa tener paz; no la paz política y todo eso, sino un verdadero
sentido de quietud interna, no afectado por el tiempo, incorruptible; esto
no tiene relación con esa cosa llamada paz, que es concebida por la mente
del hombre.
Es pues imperativo que la mente esté libre de miedo, porque es sólo la
mente libre la que puede descubrir si hay algo más allá. Podéis llamarlo
verdad, Dios o lo que queráis: eso es lo que el hombre ha estado buscando
por centurias, por milenios.
J. Krishnamurti, El Estado Creativo de la Mente
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