Metáforas del Futuro

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Metáforas y futuro

Camino «espiritual – Camino «científico»

El futuro está adelante nuestro. Lo entendemos así – con esa metáfora espacial, principalmente – y es una experiencia común. Es algo que viene hacia nosotros, como en «sábado que viene», o que está adelante, hacia donde nos dirigimos – inevitablemente – con cualquiera de los caminos que se nos ocurra transitar.

Muchos vamos hacia el futuro por un camino más espiritual y afectivo que racional, en tanto que otros vamos hacia el futuro por un camino menos espiritual y afectivo que racional. Y no hay logros garantizados por la mera elección personal.

El camino espiritual supone la posibilidad y necesidad de una evolución de nuestra conciencia en tanto que el camino científico también supone una mejora del conocimiento sobre la conciencia en el mundo natural.

El camino espiritual cuenta con muchas personas recorriéndolo. Es un camino que comienza antes que nuestra situación actual, y se extiende por miles de años hacia atrás, y hacia adelante con innumerables vías y sendas espirituales existentes, sean parte de una religión o no.

El otro camino, el camino del conocimiento científico, es a la vez el camino reflexivo racional, y tal vez por su imaginada «aridez», cuenta con menos interesados y menos caminantes. No es antiguo como el camino de la espiritualidad, pero se extiende hacia adelante – el futuro – como un único y bien delineado camino. Es clave la utilización de un método convencionalizado entre semejantes para conocer, experimentar, observar y registrar, de manera reproducible.

Son dos maneras de recorrer el tiempo y dos maneras de conocer diferentes. Los objetos hallados en el camino espiritual no siempre son objetos de observación en el camino científico, y viceversa… Estas dos maneras de recorrer el tiempo pueden coincidir en algunos tramos y descripciones, pero se interpretan de manera muy diferente los objetos y paisajes que se ven, y no se comparte siempre lo que se percibe. A pesar de las excepciones.

Por muchísimo tiempo pensamos ingenuamente que el futuro humano consistía en un camino que se vislumbraba ininterrumpido de progreso y evolución cultural. Pero ahora se ha instalado una bruma o neblina hacia adelante. No es más que la consciencia de la relativa fragilidad ante ciertos riesgos razonables, inmediatos o cercanos, temporal o físicamente.

Es un panorama que no le interesa a todos, y que ni llega siempre a percibirse de la misma manera.

«El futuro ya no es lo que era».

Adelante, ya no tiene la uniformidad que tenía en la proyección de los que van en la vanguardia del conocimiento.

Existen riesgos existenciales para nuestra especie y esta apreciación no se debe a una campaña de miedo originada en la comunidad científica. Si nos causa gracia la conspiranoia, sería gracioso – y paradójico – sugerir que la comunidad científica pueda estar conspirando. Organizaciones como la de Cambridge, que estudian el Riesgo Existencial, y que cuentan con individuos como Stephen Hawkins entre sus miembros, no necesitan nuestros temores.

Es la misma cultura que los pensadores críticos sostienen que puede ser manipulada a través de miedos la que parece desinteresada o desconoce las preocupaciones sobre el futuro que se instalan en la comunidad científica. Como mucho se naturalizan culturalmente, catárticamente, a través de las fantasías del entretenimiento. Así procesa el público general el viaje general hacia el futuro.

El público general sabe que TODOS vamos hacia el futuro, permaneciendo impasible en su autocomplaciente burbuja de lo que «le gusta, le entretiene y le interesa».

Y hay dos caminos diferenciados para un futuro compartido.

El camino espiritual es de lento progreso individual y cultural; implicaría que si los individuos cambiásemos nuestra conciencia de algún modo evolutivo (tal vez más registro, amplitud y profundidad) nuestros lazos de afinidad nos salvarían. La evolución del amor fraternal y la compasión irían de la mano de la evolución de la conciencia.

Pero la mayoría de las personas demanda una espiritualidad sin incomodidades ni compromisos.

Desde la espiritualidad, para generar contagio evolutivo en la sociedad, entonces es razonable pensar que haría falta una masa crítica mínima de «individuos evolucionados espirituales».

Y no es un detalle menor señalar que esa masa crítica depende de la reproducción memética. No de la biológica.

Y aunque ES CIERTO que existen muchos viajeros en la corriente espiritual IGUALMENTE no hay razón ni garantías para asumir que representan a individuos espiritualmente evolucionados. Por otra parte, la evolución espiritual – entendida no como camino sino como sintonía – equivaldría a «saber sin necesidad de conocer», lo cual es un problema para compartir.

En el camino científico no se está mejor. No hay tanto acuerdo entre científicos como se cree habitualmente. Los científicos dependen de financiación, independientemente de que no resignan sus principios metodológicos a tal condicionamiento, hay objetos inaccesibles en la medida que la investigación necesite fondos no disponibles. Algunos de los científicos se agrupan y trabajan por pasión, explorando la frontera misma del tiempo presente. Y es allí que se ha establecido dentro de la comunidad científica cierto estado de preocupación por los diferentes riesgos adelante, en el futuro cercano. Simultáneamente, otros científicos, generalmente tecnólogos, se manifiestan más optimistas y obtienen financiación en la medida que cuadra a los intereses dominantes, no necesariamente académicos.

Ante esto, el pequeño ego o el gran ego de cualquier caminante de cualquiera de los caminos parece irrelevante. Todos queremos conocer mejor el futuro «disponible», los egos nos distraen o nos guían. Nos cuesta diferenciar bien en lo que se muestra semejante.

Sin perder el paso ni la buena voluntad, sigo creyendo en la importancia de confiar en la vanguardia humana, especialmente cuando miro hacia adelante.

A veces es como ir sentado como acompañante en el vehículo de un conductor alocado y a toda velocidad. A veces es como ir sentado como acompañante de un conductor distraído. Y aunque ningún vehículo resulta completamente cómodo, algunas certezas se van formando. Generalmente sobre los senderos que dejamos atrás y los conductores que nos llevaron un tramo. A partir de allí, algo sabemos.

 

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