La educación y el cambio de paradigma en el entendimiento del cerebro
,No todo el mundo está enterado de la revolución en ciencias del cerebro y la mente iniciada a fines de los 80´s. Es evidente que en muchos ámbitos y profesiones se sigue pensando en la mente humana con un conocimiento desactualizado sobre el cerebro. La educación no es ajena al problema y, no obstante, cada vez hay más educadores conscientes de la necesidad de adquirir más certezas que teorías sobre la comprensión y el aprendizaje.
El punto es que si existe falta de certeza sobre «cómo y qué enseñar y sobre cómo y qué aprender» es debido a que el sistema conceptual que aplicamos para entender nuestras capacidades mentales es obsoleto. Es como pensar hoy día en los viajes de exploración del cosmos basándonos en la ciencia del siglo XVIII.
Muchos de los criterios aplicados en los sistemas educativos están desactualizados y adulterados por prácticas y modelos que no responden al conocimiento vigente sobre el cerebro. No significa que sea necesario ser neurocientífico o psicólogo cognitivo para estar al día. En absoluto. Es suficiente con enterarse qué sucedió y ver cómo de desmoronado está el edificio de las viejas ideas y teorías sobre la mente.
Lo más sorprendente es que los textos con los avances – de rigor y sencillez – se transformaron en libros de gran resonancia y éxito editorial y, sin embargo, en las áreas más sensibles a la temática persisten las ideas que estos textos superan… No se ha sintonizado la evolución conceptual sobre las verdaderas posibilidades del cerebro y la mente de los estudiantes.
Al vivir en nuestra cultura es obvio que se necesita aprender durante toda la vida. No obstante se piensa el sistema educativo desde una visión limitada, centrando la problemática educativa en los docentes, las instituciones educativas, los contenidos o los medios. El punto crítico – y en el que repercuten todas las novedades sobre el cerebro – es el individuo que aprende y, especialmente, la habilidad de aprender con autonomía durante toda la vida, no sólo en la infancia.
Mal que le pueda pesar a un elitismo solapado, el profesional egresado de una universidad no está cognitivamente por encima del común de los mortales ni tiene accesos exclusivos al conocimiento actualizado. No está en la misma situación que en el pasado y va perdiendo prestigio paulatinamente. En general, no es tanto que algunas profesiones pierdan prestigio como que ya no hay cotos exclusivos ni excluyentes. Un hacker no necesita título de ingeniero para descalabrar el trabajo de un equipo de ingenieros de sistemas. No existen los diplomas de expertos. La maestría en un tema se adquiere por cualidades personales más que institucionales.
Se enseña a partir de considerar que el aprendizaje es un proceso natural que sólo necesita estímulos y libertad. Pero el desarrollo del potencial supone algo más. Nadie juega bien al golf sólo porque le gusta y se compró el equipo. La cuestión es ¿cómo va alguien a pensar en el desarrollo del potencial cognitivo si considera – erróneamente – que ya está haciendo todo lo que es correcto para que las habilidades se desplieguen?
Cuando hacemos depender la educación de los vicios culturales y tecnológicos que promueve la civilización consumista entonces podemos creer ingenuamente que con más tecnología mejoramos las ideas. Es como si las redes sociales – que ya han penetrado en los medios y las tecnologías de comunicación – fueran el mejor modelo a seguir… Lo que sí podemos ver en ello es la libertad para enviciarnos más con las mismas ideas de siempre. El aprendizaje se construye con un vínculo de respeto y generosidad, pero no es lo que siempre se ve en las redes ni en las instituciones.
Usar la tecnología para administrar más eficientemente las mismas ideas es como considerar al diploma como garantía de educación mental.
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